Muchos jóvenes creen ser libres por el hecho de no
estar bajo la vigilancia de un policía,
pero en realidad no lo son, porque hasta en la propia casa tienen una cárcel
particular, debido a que en cada uno habita una
especie de murallas u obstáculos, que de
una u otra forma no los deja hacer lo
que quieren.
Al preguntarme, si realmente soy
libre o si realmente hago lo que quiero, después de un silencio respondo ¡no!,
si por mi fuera me la pasaría viajando, conociendo lugares diferentes; porque
para mí hablar de libertad, es
hablar de tomar mis propias decisiones
de hacer lo que realmente me apetece, de ser yo misma sin importar lo demás. Si
le hago esa misma pregunta a mi hermana, me diría que para ella ser libre es estar con
su novio todo el día. Quizá ese deseo de
libertad es el que hace que otros jóvenes
caigan en el error de huir de la casa para liberarse de los padres e ir
a la aventura, pero resulta que no se van solos, huyen con una pareja y se
convierten en esclavos de ellos mismos, porque también deben rendir cuentas.
Algunos pensamos que al cumplir 18 años “seremos libres” o que cuando tengamos un trabajo, ya no dependeremos de los padres, pero que va, entonces comienza a ser uno esclavo del trabajo,
de los hijos, de los oficios de la casa, en realidad se es menos libre porque se asumen más responsabilidades.
Desde la niñez, tanto en la familia como en la escuela nos reprimen, prohíben muchas de nuestras expresiones, algunos actos, palabras y hasta los
pensamientos, de esa forma van poniendo límites y moldeando nuestra
personalidad y limitando la libertad. La familia, por ejemplo, desde que nacemos impone una
serie de reglas que asimilamos como naturales durante los primeros años, pero en la juventud observamos que esto se ha
convertido en autoridad, tienen poder para asfixiar y restringir el desarrollo de
nuestra libre personalidad, es decir, quieren también decidir por nosotros
Como si fuera poco, más tarde nos encontramos con
las normas sociales del entorno al que pertenecemos, en donde otros han
decidido que éstas son las mejores, para organizarnos en comunidad o en grupo, para
convivir, para asegurar la existencia, pero son leyes que también obstaculizan
nuestra libre expresión. En ocasiones la cultura no deja ni vestirnos como deseamos; que éste color no combina, que la falda ya no
está de moda, que tal vestido no está
acorde a la ocasión , que a la escuela o
la universidad hay que ir con la sudadera del uniforme, que hay que bañarse porque ¿qué dirá la gente?.
En fin, aunque la libertad es el bien más preciado
y anhelado por el hombre, considero que jamás el ser humano será totalmente
libre, como tampoco será un ser completamente acabado, puesto que el ser humano
es ante todo un ser social y como ser social se va acomodando a la cultura en
la que nace, para no luchar contra corriente.
Por: Leidy
Patricia Zúñiga Zúñiga (Est. EducaciónFísica Unicauca)
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